Mis monstruos
Crecemos. Y una noche abrimos la puerta con sorna para romper el pacto sin saber porqué y a la vez decir en voz alta, muy orgulloso que allí no hay nada, que basta ya de tonterías...
Crecemos y nos empeñamos en romper la magia. Mi monstruo se hizo entonces pequeñito y se quedó a hibernar en un rincón. Dejó que creciera valiente, alto, fuerte, que encajase bien en la sociedad, y sólo alguna vez volvió a abrir los ojos de noche para recordarme que él no rompería el pacto. Pero yo me revolvía en la cama, y de un plumazo sacudía su recuerdo de mi cabeza, ignorándole como se aprende a ignorar las cosas mágicas de la vida cuando uno se hace mayor y empieza a querer ser eso que llaman serio
Hoy amo y trabajo, y he cambiado muchas veces de armario, y cada día me enfrento a miedos arrogantes que no se cortan en golpearme dónde más duele cada vez que quieren. Tengo mi princesa y lucho contra dragones de diez cabezas por ella, tengo mi trabajo y cada día veo una herida nueva para ver al día siguiente como en vez de curármelas los monstruos malos se encargan en salármelas, en darme más dolor aún.
Hoy añoro a aquel monstruo modesto que me enseñó a sentir la infancia y no intentó detenerme en mi juventud. Y aún, alguna noche, me acerco al armario y, mientras acaricio su puerta, pienso que tal vez sigue esperando pequeñito en su rincón encanecido y lleno de polvo, esperando que vuelva a los sueños y me deje introducir de nuevo en nuestro viejo juego, cómplice, consabido, acogedor...
Escuchando [Dredg - Sanzen]
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